martes, 5 de abril de 2016

La petite virtual mort

Primero he de imaginar
que estás a mi vera
y no al otro lado del ordenador.

Jugueteo con mi pelo.
Te saco la lengua.
Me muerdo los labios.
Llevo los dedos a mi boca.
Los humedezco con saliva.

Respondes pícaro y restas.
Camisa afuera.
Pantalones abajo.

Procedo a recorrer esta piel
suave y sobria.
Respondo libidinosa.
Pecho al descubierto.
La falda volando lejos del cuerpo.

Recorro mi entrepierna
ya resbaladiza, un tanto ebria.

Comienzo a dibujarme círculos
y a lanzarme flechazos.

Traiciono el ritmo.
Acelero,
indago,
acaricio,
palpito rápido,
lento,
tibio,
rápido,
cálido,
rápido,
despacio,
d e s p a c i t o.

Con esta sola mano
me fatigo al desearte desde lejos.

Te miro haciendo lo impropio.
Más que tu miembro, 
disfruto tu gesto. 
Tu respiración entrecortada. 
La sonrisa que se te escapa 
con un poco de aliento. 

Adoro ese sonido. Ojalá pudiera montarlo, lamerlo.
Más fuerte, pides
y asiento.
Hundo mis dedos,
los pierdo.
Ojalá fueran los tuyos.

Los círculos se vuelven espirales,
los flechazos son cada vez más certeros.

Hago las paces con el ritmo.
Acelero,
indago,
indago,
rápido,
sin acariciar,
fuerte,
preciso,
inhalo,
gimo,
gimo,
me muerdo el pecho,
me retuerzo,
acelero;
disfruto de esta pequeña muerte
que me detiene los latidos,
que me hace resoplar,
y logra que derrame placer blanco.

Nos recomponemos
poquito a poco.
Te pones el jersey,
me coloco la falda.

Lanzamos besos al aire.
Una sonrisa luciferina, un hasta luego.

Bajo la guardia,
apago la cámara
y guardo el secreto.

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