A veces suelo pensar
que me convertiré en la adulta solterona
que canta canciones tristes en su apartamento,
mientras empina botellas de vino
y llora sin consuelo.
Pese a que odio los gatos,
ya siento un minino de ojos tristes
tocando la puerta de mi adultez.
Me he dejado ahogar, me digo.
No sé si me lancé al océano
o si dejé que mi entorno se inundara
lo cierto es que vivo en una barca
de sábanas y almohadas
donde la marea siempre sube
y yo me harto de respirar.
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