miércoles, 5 de octubre de 2016

Octavio

[Afiche extranjer•]
Octavio y yo compartimos madrugadas de ordenador. No somos compañeros de oficina... Ojalá. Somos "amigos" cibernéticos. Amigos, que si se encuentran un día en un plano inmanente se van a comer sin titubear. No es el tipo que miras y quieres ir a por él instantáneamente, no. Él va de infiltrado, pasa completamente desapercibido hasta que entablas conversación con él y descubres al poco tiempo que es un cerebro andante, que es un profesor sin título y que no puedes parar de escucharle. Artista, pintor, libre pensador, erudito de cueva, español de Cádiz; vamos, la fantasía bohemia de cualquier voyeur literaria como yo.

Esta vez comenzamos la noche hablando de los trabajos que tengo acumulados, de mis frustaciones fenomenológicas, de los rasgos paranóicos que poseen los filósofos, del psicoanálisis, de cómo Freud es un fraude, de Nietzsche, de su antítesis Wittgenstein, del síndrome de Stendhal, de Ariana, de mis ahijadas, de los viajes, de las maletas, de cómo lo confunden con terrorista por su barba y su aspecto en general, del registro que le dio aquella alemana, de mi "sun tan", del pueblito que colinda con el suyo que es colonia inglesa y peaje mediterráneo y de sexo... Siempre acabamos en eso; esta vez liándolo con un psicoanálisis profundo que deshojó pétalo a pétalo mis inseguridades. Lo primero es lo primero: la ropa y cómo la convierto en una barrera que me hace sentir protegida, lo que se abraza a mi ideología de "no entregarme del todo". De cómo y por qué me sonrojo, que me pongo los anteojos para añadir capas de protección, que sonrío porque sé que me dice la verdad y que no me preocupe, que él está dispuesto a seguir atendiéndome y que para el 2022 tendremos todo resuelto. Que le resulto atractiva, dice, que no hay razón para esconderme con él. Hablamos de nuestras fantasías más oscuras, de cómo quiero que me cojan sobre una dichosa encimera... Me dijo que más que el qué aprecia el cómo y esta lección es muy válida en el arte por igual.

Y eso precisamente es una conversación con Octavio, un boleto de ida a las profundidades de la afición, la vocación la destreza, la habilidad y la práctica. Es llenarme con los ojos, marearme con la belleza de lo simple. Es conocer la intensidad de una mirada e intentar cubrirla con una sonrisa. Es burlar la capacidad de mi imaginación, pues juraría que puedo sentirle respirar sobre mi hombro. Con él uso mi mejor vestido, que no es otra cosa que mi piel, entonces él hace lo imposible; desabriga mi dermis llevándome a navegar sobre mis pasiones y mi carne. Me posee por dentro... y obtener lo de afuera es tan fácil...

Lo espero restando en nuestra burbuja de peces y champán, como siempre.

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